Hay que pararse a pensar

Ha pasado mucho tiempo desde mi último post, y es que a veces hay que pararse a pensar…en este tiempo en el que he estado pensado han pasado muchas cosas, la más impactante avanzaba ahora hace un mes a 6 km/h en dirección a la zona donde vivimos más de 50.000 personas arrasando cultivos, bosques, incluso vidas humanas. El balance oficial del doble incendio del Empordà es de cuatro vidas humanas, las de 500 ovejas, algo más de 13.000 hectàreas quemadas y un número indeterminado de bienes materiales carbonizados: casas, negocios, granjas…

Al principio del incendio aún hacíamos fotos. Aquí aún no sabíamos lo que se nos venía encima. La última foto es el avión francés que deberíamos tener en este país… él solo es capaz de apagar media montaña en una descarga de polvo retardante.

En el mes que ha pasado he escrito este post varias veces mentalmente; al principio desde la adrenalina y el estado de shock, horas después sobrecogida por la reacción de mis vecinos y la mía misma, luego buscando el contacto humano, ofreciendo y recogiendo solidaridad, unos días más tarde desde la incomodidad, la rabia, quizá también el resentimiento…en ese momento me di cuenta de que debía dejar pasar un poco más de tiempo.

Creo que hoy escribo desde mi percepción pero también desde la serenidad del día a día y la vuelta a la normalidad que en este mismo momento me trae el tintineo de los cencerros que llevan las ovejas y la voz del pastor que les habla en bereber. Ésa es precisamente una de las claves; si el pequeño núcleo urbano donde vivo no fue pasto de las llamas el pasado 22 de julio fue gracias al trabajo del pastor que aún nos queda y a los escasos pageses que cultivan nuestro entorno inmediato. Os aseguro que el mejor cortafuegos es una viña limpia y bien llevada. En este pequeño núcleo no actuaron los bomberos, fueron los vecinos quienes a palazo y manguerazo limpio fuimos apagando las chispas que prendían y las fumarolas que se reactivaban. No se nos permitió acercarnos al frente del incendio, de hecho los habitantes de este pueblo estuvimos bajo orden de confinamiento durante 3 días, orden que, con buen criterio, nadie obedeció porque, como constatamos, la tarea de vigilancia y de control evitó sin duda que se acabara de quemar lo que se había salvado. Esto pasó aquí y a lo largo de los 17 pueblos afectados, pero de la actuación de los vecinos se ha hablado poco, se ha hablado de medios aéreos, de efectivos, de recortes, de que los incendios se apagan en invierno… todo cierto, pero la lección más importante que yo he aprendido es que los que vivimos en un entorno natural de verdad somos parte de su paisaje, tenemos una responsabilidad con él, es algo muy obvio, algo que ya sabía, lo que no había calculado bien es lo rotundo, lo esencial, lo tan profundo que se puede llegar a sentir ese vínculo cuando ves arder el escenario de tu vida. Desde ese día ha dejado de importarme la prima de riesgo, en serio ¿qué narices es eso?¿de verdad nos afecta?.

Desde ese día también siento un profundo respeto, admiración sincera, por cada terraza de piedra seca del Empordà, cada viña, cada olivar, cada canal. Siempre lo había apreciado, pero ahora comprendo toda la dimensión de lo que digo. Por supuesto mi admiración para en los carteles de cultivos transgénicos que proliferan en la plana. Muy poco compromiso con el paisaje heredado y con la herencia futura demuestra quien siembra Monsanto.

Aquellos lugares donde el asentamiento humano venía de siglos atrás, como en el caso de Santa Llucia de la Jonquera, no se han quemado milagrosamente, el fuego los ha vadeado. Esto no puede ser casualidad; el conocimiento ancestral y la lectura que alguien que habita un paisaje hace sobre él no puede ser ignorado por la arrogancia de la tecnología o de conocimientos sistematizados que, muchas veces, se modelan según intereses lejanos; en todo caso se deben complementar, tanto en la gestión del territorio como en los casos de catástrofes como incendios… es muy amargo tener casi la certeza de que se podía haber salvado uno de los entornos más emblemáticos de Agullana, el Prat d’Egna, de haber dejado actuar o al menos consultar a los habitantes de la zona que sabían de dónde sacar el agua y de qué manera distribuirla.

La siguiente lección que he aprendido es cómo actuar ante un gran incendio, os cuento por si os veis en uno, espero que no. Por lo que vi y experimenté, el fuego cuando no hay viento se comporta como un líquido, se puede conducir como un líquido y casi contener como un líquido, pero con viento es como una guerra de misiles, el peligro viene por el aire. Vimos que un gran incendio de masa forestal solo se para desde el aire pero que un puñado de personas con unos pocos medios pueden evitar que las llamas lleguen a zonas habitadas y que las autoridades actúan según el criterio que después les va a juzgar, o sea la estadística y la prensa… ergo lo que te interesa a ti no tiene porqué ser lo que le interese al control de emergencias. Son momentos muy transcendentales en los que uno tiene que escoger entre obedecer o asumir toda la responsabilidad sobre uno mismo.

Bien, ahora llegamos a la incomodidad y la rabia. La incomodidad con el solidarismo, la solidaridad marquetiniana, la lucha de poderes por abanderar el buenismo mientras aún nos alumbraban llamas de diez metros. Es una incomodidad mezclada con gratitud, incluso con sentimiento de culpa porque tal vez yo he pecado de lo mismo en otras ocasiones. Como digo, aún estaba el incendio descontrolado cuando ya había iniciativas corriendo por las redes sociales, que seguro nacieron de la buena intención, pero… ya se organizaban colectas para replantar sin tener en cuenta que estos bosques son de alcornoque y ellos mismos se regeneran, ya gente que no tenía nada que ver con la zona daba entrevistas por las mil actuaciones que se proponían, los rescoldos aún humeaban y ya se organizaron autocares cargados de voluntariosos que venían a solidarizarse diciéndonos qué teníamos que hacer bajo su iniciativa para recuperar l’Empordà… continuad vosotros el razonamiento intentando poneros en nuestro lugar… por ejemplo, una vecina me decía que ver a tantos cámaras buscando el encuadre más carbonizado que pudieran para emitir sus crónicas le estaba sentando como si vinieran a grabar el entierro de su padre.
Me doy cuenta ahora lo poco respetuosa y lo muy pedante que puede ser la ayuda que no se ofrece sino que se anuncia unilateralmente. Cómo acabarán la mayoría de esas iniciativas? espero que mejor de lo que pinta desde el terreno, de momento están sirviendo para que algunos demuestren sus reflejos en las redes sociales y para ahogar mediáticamente las iniciativas que nacen del ámbito local. En definitiva, un amigo te ofrece su ayuda a ti y te pregunta qué necesitas, lo recordaré la próxima vez que decida colaborar con alguna campaña solidaria sea donde sea.

La rabia; mientras se perimetraba la extensión del incendio, las pocas, poquitas casas de turismo rural de la zona recibían cancelaciones y la dueña del modesto y a la vez exclusivo camping de Capmany asumía la idea de la ruina total, el lobby hotelero de la costa conseguía del Conseller del ramo turístico que se anunciaran ayudas al sector para campañas que desvincularan la idea de la catástrofe con la costa…continuad también vosotros con el razonamiento… puedo dar fe de lo muy poco que se interesan las instituciones por promover el turismo sostenible, de interior, cultural, a pesar de lo mucho que se fotografían en inauguraciones de centros de interpretación, muy a menudo absurdos, perfilados desde despachos a 200 km, que no cumplen ninguna de las funciones sociales con las que se justifican ante los subvencionadores, descontando honrosas excepciones. Eso es todo lo que alcanzan a comprender del potencial de desarrollo del turismo sostenible y de la importancia clave de la economía de pequeña escala pero generalizada por todo el territorio. Ante una desgracia aflora ese cinismo…dónde está la preocupación por la actividad turística de la zona afectada? Para un municipio de 800 habitantes, habitantes que hacen y custodian un paisaje tan supuestamente querido, que sus 4 casas de turismo rural, que sus 3 restaurantes, que su empresa de paseos a caballo… tengan éxito es tan vital o más como que el turismo de la costa crezca un 3% cada año.

Por suerte el bosque mediterráneo se recupera rápidamente. Una semana después del incendio las cañas ya habían crecido más de medio metro, dos semanas después la hierba verde moteaba los campos, tres semanas después ya había algunos alcornoques rebrotando desde el centro del árbol, ayer reparé en que ya han crecido las esparragueras…y lo más verde esperanza: los jóvenes más comprometidos se organizan para recuperar su pueblo.

http://www.elpuntavui.cat/noticia/article/1-territori/11-mediambient/569801-joves-dagullana-ajuden-els-avis-a-recuperar-horts-cremats.html

Habrá que seguir pensando qué estamos haciendo con nuestros paisajes. Mi solidaridad con todos los habitantes de zonas afectadas por los incendios de este verano.

Os dejo con una foto de la primavera que viene.

La primavera que viene

10 comentarios en “Hay que pararse a pensar

  1. Pingback: Bitacoras.com
  2. Muy bonito! me ha conmovido, tal vez porque se ha juntado con la visión de la zona que tuve una semana atrás cuando conducía desde España a Francia. Tal vez hace falta ver lo que es hoy para darle valor a lo que fue ayer
    Adhiero a lo que dices, nos hace falta mucha conciencia y mucha mejora.

    Un saludo,

    Lorena

  3. Senzillament, el nostre pensament més íntim. M’ha emocionat sembla que hagis llegit el nostre cor, Un petonas

  4. La EDUCACION es la única solución viable; el tan elogiado carácter mediterráneo necesita una disciplina y educación muy muy básica, me refiero a no tirar mierda en el parque en el que juegan tus hijos, no dejar la playa en la que te tumbas al sol llena de colillas, latas…, no dejar que tu perro se orine en la puerta de tu casa… es muy muy básico, pero este es un país donde hizo falta inversión publicitaria para que «no malgastemos el agua». Y es un error, el erro está al principio, en el colegio, en la educación en el respeto, en el amor a la vida y en el cuidado y el agradecimiento a la madre Tierra. En Noruega no hay que explicarle esto a los niños, lo saben, está en su cabeza y sobretodo está en su corazón.

    1. Gracias Clara… sí, yo también pienso que es una cuestión de educación, la nos aparta de lo importante, la que nos desnaturaliza y nos hace infelices. Creo que el amor por el paisaje y la naturaleza es algo innato, es esta «educación» de mierda que recibimos para ser operativos antes que personas la que nos separa de nosotros mismos.

  5. Te leo tarde, Xandra. Lo tenía pendiente desde que vi el titular. Me gusta mucho lo que dices y cómo lo dices. Me ha hecho recordar lo que pasó con el Prestige… pero ese ya es otro tema. Nos vemos antes de la primavera… espero.

    1. Gracias Victoria, tu ojo de buena periodista me importa mucho ;)… pues lo has captado totalmente, precisamente en el Prestige pensaba yo cuando me lamentaba de mi propia actitud.
      No hay que esperar a la primavera, esto está verdeando por momentos…

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